ANEMIA Y EMBARAZO

El hierro es un mineral básico para la formación de la sangre, cuando su presencia es baja, se produce la llamada anemia. Durante el embarazo es vital que haya un aporte adecuado de este mineral tanto para la salud de la madre, como para la del bebé.

La anemia en el embarazo es una enfermedad grave que puede provocar problemas de salud importantes tanto a la mamá como al bebé. Pero no es tan frecuente como se cree. Sabemos que durante el embarazo disminuye la concentración de hierro en sangre materna, pero esto es algo totalmente fisiológico que no tiene nada que ver con la aparición de una anemia real o patológica, se habla de este hecho como una “anemia fisiológica”.

La administración de hierro de forma rutinaria se ha convertido en algo habitual. Sin tener en cuenta nada más, solo por el hecho de estar embarazada, se recomienda ingerir suplementos de hierro. Esta práctica se está reconsiderando, ya que si no es necesario puede provocar alteraciones en la fisiología y el buen desarrollo del proceso de gestación.

Debemos revisar algunas cuestiones importantes para conseguir que el uso del hierro en el embarazo sea el adecuado, y aporte más beneficios que inconvenientes. Uno de ellos es el diagnóstico de la falta de hierro.

En las analíticas que se realizan a las gestantes, se valora la presencia de anemia por los valores de hemoglobina y hematocrito principalmente, ambos nos indican el grado de dilución de la sangre. En el embarazo el volumen sanguíneo aumenta, originando una hemodilución y aunque el nivel de hemoglobina baja, la cantidad total de ésta en sangre aumenta. Este hecho podría justificar el extendido mito de que el embarazo va unido a la presencia de falta de hierro. Pero en realidad todo está previsto para un buen funcionamiento del proceso de gestación.

Las necesidades de hierro en el bebé intrauterino van variando a lo largo de su formación. La placenta se encarga de organizarlo todo para que el aporte sea el justo para un correcto desarrollo. Durante el segundo trimestre se acentúa la hemodilución de la sangre materna, generándose un aumento de la permeabilidad placentaria, permitiendo el paso de más hierro y otros nutrientes a través de ella. Si en ese momento tenemos un exceso de concentración de esa sangre, disminuiremos el flujo de esos minerales que se precisan y pueden aparecer carencias en el bebé. Se ha asociado los niveles altos de hemoglobina en las últimas semanas de gestación con un incremento del riesgo de bajo peso al nacer y de parto prematuro.

Estudiando la fisiología de la gestación, se ha podido observar como a la vez que aumentan las necesidades de hierro, la capacidad de absorción de éste también varía. A las 12 semanas de gestación tenemos que la capacidad de absorción del hierro es de un 7% de la ingesta de hierro inorgánico, y de un 66% en la semana 36. El mismo organismo regula este proceso adaptándolo a las necesidades específicas de cada momento.

Podemos deducir que la administración de suplementos de hierro de forma rutinaria durante todo el embarazo, podrían dificultar una correcta adaptación del cuerpo a lo que se precisa según el tiempo de gestación. También pueden provocar efectos secundarios para la mamá como molestias digestivas, además de inhibir la absorción de otros minerales también importantes, como el zinc.

Así pues, en el embarazo, cuando se sospecha una anemia se deberían hacer test específicos para determinar los valores de eritroprotoporfirina, saturación de transferrrina y ferritina en suero. De este modo podríamos hacer un diagnóstico que permita diferenciar la “anemia fisiológica” de una anemia patológica o real.

La anemia patológica durante el embarazo puede ser muy grave, así que es necesario, en aquellos casos que se sospeche su presencia, hacer una correcta determinación de los niveles de hierro y valorar si se precisa una administración extra de este mineral.

Podremos sospechar una anemia en aquellas mujeres que se alimentan de forma desequilibrada, que están trabajando en exceso y descansan poco. Los síntomas que suelen acusar son cansancio, fatiga e irritabilidad. Es importante no llegar a estos síntomas durante el embarazo ya que puede haber una afectación también del bebé, así que es importante hacer una valoración de los hábitos de la mujer. La embarazada debe recibir información sobre la importancia de cuidar los alimentos que ingiere y qué alimentos son más ricos en hierro. También debe saber la importancia de disminuir el ritmo de actividad diaria.

En el caso que sospechemos una falta de hierro o que se haya diagnosticado a través de la analítica, deberíamos probar de suplementar a la mamá con un hierro lo más natural posible. Los suplementos a base de concentrados de alimentos se asimilan mejor por el cuerpo. También se eliminan los excesos de una forma más fácil para el organismo, evitando de este modo las complicaciones derivadas de un exceso de este mineral en sangre.

Si la anemia es muy severa, podría estar indicada la administración de suplementos de hierro más concentrados o químicos durante los primeros días. De este modo estabilizar el organismo y después ir retomando una vía más natural. En estos casos se recomienda descansar mucho durante el día.

La prevención es uno de los factores más importantes a tener en cuenta. En la consulta prenatal, la mamá debe recibir adecuada información sobre este tema. Explicarles la importancia del cuidado en su alimentación, ya desde el inicio de la gestación que tomen alimentos que aporten suficiente cantidad de hierro, así como un buen aporte de alimentos ricos en vitamina C para ayudar a la absorción de éste en el intestino.

Debemos recordar que el embarazo es un momento muy especial en la vida de la mujer. Su cuerpo vive una gran transformación en muy poco tiempo. En nueve meses se crea un ser en su interior y para ese acto se precisa de mucha energía. Esa energía proviene de diferentes lugares, de la respiración, de los alimentos, del ejercicio físico y el descanso, del contacto con la naturaleza, entre otras cosas. Cuando todos estos elementos están en equilibrio, el organismo de la mujer puede sostener ese proceso sin ninguna dificultad. De hecho la naturaleza tiene previsto una serie de modificaciones en la fisiología para que así sea.

Pero cuando estos elementos básicos para la nutrición de la persona no están presentes, se pueden dar carencias a diferentes niveles. Es típico pues que encontremos a algunas embarazadas que no comen de forma adecuada, o que no descansan suficiente, con déficit de minerales básicos para una buena salud.

Sabemos que el embarazo por sí mismo no provoca una anemia, esta aparece por las carencias en el aporte de nutrientes con hierro o por el gasto de este mineral debido al exceso de actividad. Si una embarazada sigue una dieta equilibrada y descansa suficiente, puede sostenerse a ella misma y a su bebé sin necesidad de ningún aporte extra de hierro.

En mis años de experiencia acompañando a mujeres embarazadas, he podido constatar que en mujeres que ingerían suplementos de hierro y no cuidaban su dieta o descansaban suficiente, seguían presentando valores bajos en sus siguientes analíticas. Así que los suplementos pueden ayudar pero no son el único factor que va a permitir que ese problema se solucione.

El estrés prolongado durante el embarazo, puede generar carencias de hierro. La mujer gestante ya tiene una gran actividad en su organismo, si además está dedicando muchas horas a otras actividades, su cuerpo puede verse superado. Aparece agotamiento del sistema nervioso y metabólico para sostener esa situación. Esto puede generar un consumo excesivo de minerales como el hierro y una disminución de la capacidad de absorción de éste en el intestino.

Una adecuada alimentación y una vida tranquila y relajada, son los dos factores más importantes para mantener unos niveles de hierro adecuados durante la gestación.

Observamos que no se trata solo de aportar grandes cantidades de hierro al organismo, también de aumentar la capacidad de absorción de éste mineral. Para ayudar a este proceso tenemos la vitamina C, un aporte de 75mg de esta vitamina en cada comida (por ejemplo una taza de jugo de naranja, una taza de col) sería suficiente para permitir una adecuada asimilación del hierro ingerido. Disminuir la actividad exterior y la tensión interna también es un factor clave en la buena absorción del hierro. Se produce una disminución del cortisol en sangre que permite que las fibras intestinales estén relajadas y puedan absorber más cantidad de hierro que si hubiera tensión en ellas.

La anemia en el embarazo es un mito que ya no se sostiene. Una mujer que come de forma equilibrada y mantiene un ritmo tranquilo en su vida diaria, no necesita suplementos de hierro en su embarazo. En el caso que aparezcan síntomas de anemia o se diagnostique por analítica, además de dar suplementos, debemos insistir en el cuidado de la alimentación y en el descanso.

AYUDANDO A LA ABSORCIÓN DE HIERRO EN TU CUERPO

Comer de forma relajada, en un entorno tranquilo y en buena compañía ayuda a la asimilación del hierro. Los pensamientos que estás teniendo mientras comes, los mensajes que estás recibiendo, las imágenes que estás viendo, también tienen una influencia directa en la absorción de los nutrientes que tomas. Todo esto genera un efecto sobre el organismo provocando la segregación de determinadas sustancias químicas. Este estado va a desencadenar la aparición o el defecto de enzimas digestivas que hagan que se aproveche mejor todo aquello que ingerimos.

También qué hacemos y cómo estamos mientras digerimos va a afectar a la asimilación de los nutrientes que hemos comido. Mientras fregamos los platos escuchar música de relajación y sonreír. Salir a pasear al parque o al bosque, respirando aire puro mientras digieres los alimentos es un buen hábito. Después descansar un ratito con las manos en el vientre enviando salud y amor al bebé que crece en tu interior. Todo ello va a nutrir muchísimo a tu hijo y a ti misma en esta etapa tan intensa y especial de la vida.

ALIMENTOS RICOS EN HIERRO

A nivel de fisiología parece ser que el hierro de los alimentos de origen animal se absorbe mejor que el de origen vegetal. Pero también conocemos el elevado índice de toxinas que generan los alimentos de origen animal en el organismo humano. Por lo tanto, intentaremos que el aporte de hierro sea básicamente a través de alimentos de origen vegetal.

Entre ellos tenemos:

  • Frutas y frutos secos: pistachos, pipas de girasol, higos secos, ciruelas pasas, orejones secos, nueces, anacardos, dátiles…
  • Verduras: endivias, remolacha, acelgas, espinacas, escarola, rúcula…
  • Legumbres: lentejas, garbanzos, judías, habas, guisantes…
  • Cereales: quinoa, avena, arroz integral…
  • Varios: algas, germen de trigo, levadura de cerveza, semillas de sésamo, jengibre…

El incremento de la vitamina C a través de los cítricos y las verduras crudas mejora la absorción del hierro de fuente vegetal. Tomar en cada comida alimentos crudos favorece que el hierro que estamos aportando sea mejor utilizado.

Imma Campos

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