EL AGUA EN EL NACIMIENTO

El agua en el nacimiento tiene un efecto directo sobre la relajación de las fibras musculares del útero y de toda la musculatura del cuerpo de la madre, facilitando de éste modo el trabajo de parto. El bebé nace sostenido por el líquido, este hecho le permite tener una transición más placentera en su salida hacia el exterior. Así madre e hijo pueden beneficiarse de un parto más fácil y agradable.

En la actualidad sabemos que el parto en el agua es tan seguro como el parto fuera de ella. Se considera una opción totalmente válida para el nacimiento de un bebé. Por ello en muchos centros hospitalarios, donde se acompañan nacimientos, están incorporando dentro de sus protocolos esta alternativa. Cada vez más salas de partos se equipan con bañeras, en ellas las mamás pueden acomodarse durante la dilatación y pueden recibir a sus hijos.

El parto es una de las experiencias más intensas y profundas que vive una mujer. En pocas horas su cuerpo se transforma, su pelvis se abre y el cuello del útero se dilata. Todo ello sucede para que pueda dar a luz a su hijo. La naturaleza ya tiene todo previsto para que éste proceso ocurra. El sistema nervioso primitivo toma las riendas y crea un estado hormonal idóneo que ayuda a que todo vaya sucediendo a la perfección. Se segregan hormonas específicas como la oxitocina “hormona del amor”, las endorfinas “hormonas de la felicidad”, junto a otras como la relaxina, la elastina… Todas estas hormonas permiten relajar y ablandar los tejidos, creando el espacio que se necesita para que el bebé pueda nacer.

Este sistema que se pone en funcionamiento de forma automática, puede ser facilitado por diferentes elementos. Todos ellos están encaminados a relajar al máximo a la madre y a favorecer la segregación de esas hormonas que se precisan para que todo fluya. La intimidad, la respiración, la libertad de movimientos y el agua son ayudas básicas para la mujer. Estas ayudas tienen un efecto muy poderoso ya que hacen que disminuya el tiempo de dilatación de los partos y facilita el descenso del bebé a través de la pelvis. También hacen que disminuya la percepción del dolor y permiten transitar las contracciones con mayor confianza y satisfacción.

Al sumergirnos en agua, ésta genera una relajación profunda en el cuerpo, la musculatura ya no tiene que sostener nada, ya no existe la fuerza de la gravedad. De este modo el cuerpo de la mujer puede centrarse completamente en el trabajo de parto, no tiene que estar realizando ninguna acción extra. El útero también es un músculo y al igual que el resto de músculos sus fibras musculares se relajan. De este modo las mujeres cuando están con contracciones de parto y entran al agua caliente, notan que éstas se hacen más suaves y fáciles de acompañar. Todos los tejidos que envuelven al útero y lo sostienen también están bajo el efecto relajante del agua, musculatura abdominal, ligamentos uterinos, musculatura lumbar,…

Sabemos que el uso del agua en el nacimiento facilita la dilatación del cuello del útero, haciendo que los partos sean más cortos, de esta forma los bebés tienen más posibilidad de nacer sin ningún problema. Cuando los partos se alargan excesivamente, puede que los bebés se cansen y necesiten ser ayudados para salir del vientre materno. El agua también hace que la madre pueda sentirse más libre para poder mover su pelvis, permitiendo que el bebé pueda acomodarse más fácilmente y descender a través de ésta con mayor fluidez. De este modo disminuimos la posibilidad de intervenciones médicas por distocias de rotación y descenso.

Varias teorías apuntan a que el ser humano viene del agua. Podemos ver que nuestros primeros meses de vida suceden dentro del líquido amniótico y que nuestro cuerpo está constituido en más del 70% de agua. Por todo ello reconocemos que el agua es un elemento fundamental en nuestras vidas y entendemos que en un momento tan trascendental, como el parto, pueda favorecer tanto este proceso. Acompañando nacimientos podemos ver la gran atracción que sienten las mujeres por el agua, y también observamos el gran alivio que les aporta cuando pueden acceder a la piscina o bañera.

Ya durante la gestación recomendamos a las embarazadas que tomen un baño caliente cada día, mejor al atardecer, antes de ir a dormir. En ese momento pueden aprovechar para respirar largo y profundo, trabajando así con la respiración que tiene el efecto de equilibrar el sistema nervioso central. Por la mañana una ducha tibia, acabando con el agua fresquita para estimular la circulación sanguínea y ayudar a activar todo el organismo.

En las primeras fases del parto si se siente la necesidad de agua, mejor tomar una ducha caliente. Según avanza el parto, esperaremos a que las contracciones tengan un ritmo ligero y sean intensas, que hayamos empezado lo que llamamos la fase activa del parto, para entrar en la bañera o piscina. Cuando ya han pasado unas horas y las contracciones siguen fuertes y regulares, es un buen momento para sumergirse en el agua. Si lo hacemos muy pronto podemos frenar ese inicio de parto y provocar que se estacione. Una vez en la piscina, aconsejamos no pasar más de dos horas en ella, pues tanto rato en agua caliente podría relajar excesivamente, bajando el ritmo de las contracciones y afectando a la progresión adecuada del parto. Pasado ese tiempo medio prudencial, se puede salir del agua un rato y después volver a entrar.

La temperatura del agua es importante. La mantendremos entre 36 y 37 grados. Si se enfría, la madre puede tener el efecto contrarío en su musculatura y contraerla. Si está muy caliente puede relajar demasiado a la mujer, provocar sudoración excesiva y cansancio.

Según avanza el parto, llega un momento en que la mamá siente ganas de empujar, el cuello del útero se ha abierto y el bebé tiene el espacio suficiente para descender acercándose hacia la salida. En este momento algunas mujeres tienen la necesidad de salir del agua para poder empujar, la fuerza de la gravedad ayuda a que el pujo sea más efectivo y el bebé pueda descender más fácilmente. Pero otras mujeres están muy cómodas en la piscina o bañera y el nacimiento se produce bajo el agua. En este caso el bebé pasa de líquido a líquido, el primer gran cambio de su vida, salir del cuerpo de su madre, se realiza de forma gradual, aún no siente la fuerza de la gravedad tan impactante para él. Sigue bañado en líquido, un medio familiar, y el cordón umbilical le sigue aportando el oxígeno que necesita. En unos segundos la mamá acerca el bebé a su vientre, sacando su cabecita al exterior, éste empezará a respirar por sí mismo. El cuerpo del recién nacido puede seguir sumergido en el agua. En todo este proceso podemos observar como la transición desde el útero materno al exterior es mucho más suave.

La musculatura perineal bañada por el agua caliente, está mucho más irrigada y tiene mayor elasticidad, aunque no tenemos estudios que puedan corroborar que este efecto disminuya el índice de desgarros. La percepción general es que en los partos en agua hay menos incidencia de lesiones perineales.

Madre e hijo pueden permanecer un tiempo, cómodamente en el agua, mientras se van reconociendo y se inicia la lactancia materna. En ese tiempo puede que se produzca el nacimiento de la placenta aún dentro de la piscina o bañera. Es importante comprobar que el agua está a la temperatura adecuada. Tapamos al bebé con toallas que se van humedeciendo con el agua de la bañera. Es necesario que el recién nacido esté bien caliente para que instaure adecuadamente su respiración.

Mientras la mamá está dentro del agua recibe la misma atención que fuera. Se puede escuchar el corazón del bebé si se precisa. También se puede valorar la progresión del parto, si fuese necesario, con algún tacto vaginal. Todo igual pero bajo el agua. Aunque en estos partos de baja intervención, podemos comprobar que todo sigue su curso simplemente observando la actitud de la madre y no suelen precisarse tactos vaginales.

Cada vez más clínicas optan por la opción de tener un espacio de agua en las salas de partos. Reconocen este elemento como una alternativa a las ayudas más médicas que suelen comportar efectos secundarios. El uso del agua es totalmente seguro en los partos y disminuye la petición de anestesias y analgésicos por parte de la madre. Podríamos decir que el agua actúa de anestésico natural. Produce un aumento de endorfinas en sangre, disminuyendo la percepción de dolor durante las contracciones. El objetivo, no es tanto que los nacimientos se produzcan dentro del agua, es más que en el proceso de parto pueda servir de ayuda cuando la mujer lo precise.

Carlota recibió a su tercer hijo en la piscina de partos. Cuando yo le ofrecí la posibilidad del agua para el parto, ella no demostró ningún interés. Había tenido muy buena experiencia en los nacimientos de sus otros dos hijos en seco, y veía lo de la piscina un poco complicado. Conociendo esta posibilidad, durante la dilatación sintió deseo de bañarse, el papá preparó todo y ella se sumergió en la cálida agua. Estaba tan cómoda que el pequeño nació bajo el agua. Carlota expresaba “el agua calmó la intensidad de las contracciones, que seguían haciendo su trabajo, pero ahora todo era más suave, más ligero, más plácido”. Para los que no han vivido la experiencia de parir, esto puede ser algo poco importante, pero para las que hemos parido sabemos la importancia de algo tan sutil. La calidez de un masaje, la suave presión de una mano en el sacro, el agua caliente meciéndose a tu alrededor, la libertad de movimientos, todo lo que hace que tengas la gran duda, durante las contracciones ¿sentía dolor o placer?

Si realmente los nacimientos son igual de seguros dentro del agua y la vivencia de la madre es mucho más buena, ¿por qué no animar a que el agua sea un elemento clave en los partos?, ¿por qué no probar algo totalmente inocuo antes de utilizar otros métodos que pueden ser mucho más agresivos para mamá y bebé?

El nacimiento es una de las experiencias más trascendentales en la vida de un ser humano. Para el bebé, es uno de los cambios más grandes que va a experimentar en su vida. El agua permite hacer ese viaje de forma más gradual y placentera, por ello, siempre que sea posible y la madre así lo desee, esta debe ser una opción más. En la actualidad existen multitud de estudios que demuestran que cómo nacemos influye profundamente en nuestra psique y determina muchas de nuestras actitudes en el futuro. Si nacemos plácidamente, cálidamente y envueltos de suavidad y ternura vamos a poder ser más felices. El agua en el nacimiento ayuda a la madre a transitar el proceso de parto con más relajación y por tanto mayor amor.

NACIMIENTOS EN EL AGUA

El parto en el agua ha sido un tema de gran interés para aquellos que estaban acompañando nacimientos y buscaban el máximo bienestar de la mamá y del bebé. Conocemos una experiencia muy especial que es el nacimiento en el agua acompañado por delfines.

Los delfines tienen una cualidad muy especial, pueden percibir la presencia del bebé en el vientre materno y se comunican con él. Presentan también una sensibilidad muy alta ante una mujer pariendo, le hacen de acompañante y la cuidan. Ellos en sus partos actúan de forma instintiva y ayudan al bebé delfín, que nace bajo el agua, a ir hasta la superficie para que pueda respirar. Conocemos el caso de una buceadora brasileña que durante una inmersión fue rodeada por varios delfines, obligada a subir a la superficie y volver a la costa hasta donde la acompañaron, resulta que estaba embarazada. Parece ser que el vientre materno es transparente a los ultrasonidos de los delfines y gracias a ello pueden establecer comunicación con los bebés. Conocemos también que el sonido avanza cinco veces más deprisa en el agua que en el aire a causa de la mayor densidad del medio acuoso.

El agua en el parto se ha utilizado de diferentes formas en distintas culturas. En algunas etnias africanas, las mujeres daban a luz escuchando el sonido del agua, que les ayudaba a concentrarse, también se bañaban en el río, donde sumergían su cuerpo, el oleaje favorecía los movimientos del niño en el vientre. Los maoríes del Pacífico Sur dan a luz en el agua, incluso algunas de las mujeres se acercan al mar, también vemos esto en ciertos pueblos japoneses situados cerca de las playas. Podemos encontrar este elemento en la mitología, se dice que la diosa Afrodita, diosa del amor, nació en el agua.

En nuestra cultura tenemos al famoso obstetra Michel Odent, fue el pionero de los partos en el agua en el mundo occidental. Alrededor de los años 70 creó en Francia una clínica, Pithiviers, allí empezó un trabajo profundo e intenso con el agua. En las salas de partos había bañeras amplias dónde las mujeres podían sumergirse durante el proceso de dilatación y dónde muchos bebés nacían cómodamente. Pintaron las salas de partos de color azul y dibujaron delfines. Él comenta que simplemente el hecho de oír el agua que llenaba la bañera producía un efecto relajador en la mujer.

Igor Tcharkowsky en Rusia, obstetra, psicólogo y psicoterapeuta, también estuvo trabajando, con maravillosos resultados, con los nacimientos en el agua y el nacimiento con delfines. Ideó todo un sistema de preparación al parto basado en la inmersiones en agua, nadando, haciendo ejercicios dentro de ella, respiraciones e incluso meditando. El baño en agua fría también era algo que proponía a las mujeres embarazadas, como un mecanismo para estimular su sistema inmunológico y fortalecer el sistema nervioso. Las mujeres se bañaban haciendo un agujero en el hielo a temperaturas extremas bajo cero.

EL PRIMER BAÑO DEL RECIÉN NACIDO

Es interesante que el primer baño después del nacimiento, llegue pronto. Solemos invitar a los papás a que bañen a sus hijos en seguida que les sea posible, generalmente lo hacemos al día siguiente del nacimiento. Para nosotros es todo un ritual, el bebé ya ha pasado unas horas fuera de ese medio en el que se ha creado y ahora vuelve a ese lugar de placer. Si disponemos de bañera en la casa, el papá puede hacer este primer baño con su hijo, si no hay esta posibilidad utilizamos un barreño o bañera para bebés suficientemente hondos para que el cuerpo de éste quede bien sumergido, la cabeza fuera del agua.

Tomamos al bebé en brazos, recogemos su pecho y le acercamos hacia nosotros, desde ahí vamos introduciendo sus pies, sus piernas, sus nalgas, si vemos que reacciona con agrado seguimos hasta que entra todo su cuerpo. Una vez dentro le sostenemos con una mano en el sacro o otra bajo su cabeza, ahí podemos mecerle. Veremos como el bebé abre sus brazos y su pecho, extiende su cabeza y se relaja profundamente. Unos pocos minutos son suficientes para que pueda sentir los beneficios de un buen baño. Al salir secamos bien su cuerpo mientras succiona el pecho de mamá si lo necesita, dejamos el ombligo al aire, bien seco, sin pañal por un rato para que pueda secarse del todo. El hecho de bañar al bebé no dificulta en nada el proceso de secado y caída del cordón umbilical. La media de tiempo de caer el cordón en estos bebés es de 4-5 días, el recién nacido suele pasar muchas horas sin pañal y desnudo encima del cuerpo de su madre.

Mantener un baño diario es un regalo para ti y tu hijo. Más adelante, cuando crezca, es genial ofrecerle la posibilidad de jugar con agua, creando espacios de experimentación con este elemento tan sanador que tenemos los seres humanos. Todos los niños muestran un especial interés por el agua, por algo será.

Imma Campos
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